Frente a las posibles inequidades en la distribución y acceso a las vacunas, varios países de América Latina intentan establecer una independencia científica con respecto a las compañías farmacéuticas extranjeras.
Actualmente, unas 300 vacunas contra la COVID-19 se encuentran en ensayos y tres están cerca de comenzar la fase final de las pruebas en humanos: la de la Universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca, la de la compañía Moderna y la de Clover Biopharmaceuticals, en China. Más allá del beneficio para la humanidad que implica la concreción de una vacuna que pueda poner fin a la pandemia, surge una pregunta importante: cómo se distribuirán esas vacunas una vez superada la etapa experimental.
Uno de los principales obstáculos sería que la vacuna sea concentrada por los países centrales, capaces de comprar grandes cantidades de dosis. De hecho, recientemente, Italia, Holanda, Alemania y Francia han llegado a un acuerdo con la farmacéutica AstraZeneca para ser los primeros en recibir la vacuna AZD1222 contra el coronavirus SARS CoV-2 que actualmente se encuentra en fase de prueba.
La compañía reveló, además, que ha firmado acuerdos para producir 400 millones de dosis para Estados Unidos y 100 millones para Reino Unido.
La iniciativa people´s vaccine, compuesta por más de 140 líderes y figuras mundiales ha solicitado a los gobiernos que se unan detrás de una “vacuna para el pueblo” contra la COVID-19. Exigen que las inmunizaciones, tratamientos y pruebas sean libres de patentes, producidas en masa y distribuidas de manera justa.
Precisamente, la jefa de científicos de la OMS, Soumya Swaminathan ha comentado que espera que los países establezcan acuerdos para lograr accesos equitativos a las licencias de las vacunas en desarrollo. Sin embargo, aclaró que el verdadero problema será tener la capacidad física de fabricar el volumen de dosis que se necesita, así como repartirlas justamente.
Frente a estas posibles inequidades en la distribución y acceso a las vacunas, diversos países de América Latina intentan capitalizar el conocimiento nacional y establecer una independencia científica con respecto a las compañías farmacéuticas extranjeras. Se trata de una batalla contra el tiempo teniendo que cuenta que Latinoamérica es el nuevo epicentro de la pandemia.
El rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Alberto Barbieri, en diálogo con medios locales aseguró que investigadores de esa institución se encuentran realizando “estudios preclínicos” en gatos y murciélagos de una vacuna contra el coronavirus SARS CoV-2 y anunció que a fin de año se podría probar en humanos.
Por otro lado, también existe un proyecto de la Universidad de General San Martín (UNSAM), liderado por la doctora Juliana Cassataro, investigadora del CONICET y especialista en inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas. Cassataro forma parte de un grupo multidisciplinario de inmunólogos, virólogos y expertos en estructura de proteínas.
En una etapa anterior de desarrollo con respecto al proyecto de la UBA, la iniciativa de la UNSAM ingresaría a la fase preclínica en un lapso aproximado de 9 a 12 meses. Posteriormente, requeriría más financiamiento para comenzar la etapa clínica.
“Tengo las bases de casi 40 años para desarrollar una vacuna contra una enfermedad que es aproximadamente 50 veces más compleja que el coronavirus, como lo es la malaria, así que si acepta una medida así se puede tener una vacuna lo más rápido posible”, dijo el Dr. Elkin Patarroyo a medios locales.
Entre los años 1986 y 1988, el científico, junto con su equipo, desarrolló la primera vacuna para contrarrestar los síntomas de la malaria. Ésta tuvo una efectividad de menos del 50 por ciento. Pero, a fines del 2019, el grupo probó que había logrado aumentarla a un 96,6 por ciento.
El equipo del inmunólogo Gustavo Cabral Miranda utiliza partículas inofensivas, huecas y similares a virus, creadas en el laboratorio.
Según la revista Nature, los investigadores estudian las superficies de estas partículas con fragmentos de las proteínas que utiliza el coronavirus para ingresar a las células humanas. La idea es engañar al sistema inmunológico para que produzca anticuerpos que bloqueen al coronavirus durante una infección.
Debido a que estas partículas no pueden replicarse dentro del cuerpo humano, se consideran más seguras que las vacunas realizadas de virus debilitados.
José Manuel Aguilar, biotecnólogo del Instituto Tecnológico y de Educación Superior de Monterrey en México se encuentra produciendo una vacuna que utiliza anillos de ADN llamados nanoplasmidos, que son absorbidos por las células.
El ADN codifica una región específica de la proteína que el SARS-CoV-2 usa para infectar a un huésped. Esto permite que las células produzcan el antígeno y lo muestren en su superficie, alertando al sistema inmunitario del huésped.
Aguilar comentó a la revista Nature que se ha puesto en contacto con una compañía canadiense que podría fabricar suficientes dosis en humanos, una vez que finalicen las pruebas en animales.
Los estudios en humanos de cuatro vacunas prototipo podrían comenzar el próximo año. Si funcionan, los investigadores deberán contactarse con empresas productoras de vacunas fuera de Chile para poder fabricarlas.
Tras testearlas en ratones, si las proteínas “spike” de coronavirus fabricadas son exitosas el siguiente paso será inmunizar a monos y luego infectarlos con coronavirus para ver si la vacuna es efectiva. No obstante, el país no cuenta con la infraestructura para realizar tal experimento.
Nature UNSAM CRONOS MEDICINAYSALUDPUBLICA.COM
Suscripción exitosa
¡Muchas gracias por suscribirte
a nuestro newsletter!