Estudio revela que la mala alimentación e higiene vinculadas a la pobreza son las principales causas de aparición de esta rara enfermedad
Sucede de inmediato. En cuestión de dos semanas, los pacientes que empezaron a manifestar alguno de los síntomas iniciales, estarán expuestos ya a un riesgo real de muerte. Para entonces, probablemente, habrán perdido la forma de sus labios, nariz o cachetes, y su piel emitirá un olor fuerte y necrosado.
La descripción anterior, pertenece a los síntomas que han sido recogidos en los más recientes (y, prácticamente, únicos) estudios realizados sobre el Noma. La Organización Mundial de la Salud estima que esta enfermedad ataca a 140.000 niños anualmente en todo el globo y que, si no reciben un tratamiento oportuno y poderoso con antibióticos, 90% de ellos morirán. Mientras que, quienes viven, lo harán con las secuelas de esta patología vírica que se extiende rápidamente y desfigura los rostros de aquellos que la contraen.
Recientemente, un equipo de investigadores de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) emprendió un estudio orientado a comprender más a esta extraña enfermedad y para tratar de identificar sus formas de contagio. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista especializada PLOS NTD.
Para llevar a cabo su proyecto, analizaron una muestra de 74 casos que fueron atendidos en un hospital en Sokoto, ubicado en Nigeria, y que es hoy en día el primer hospital en el mundo que se ha dedicado a la atención de pacientes con noma.
Los resultados revelaron que la mayor parte de los afectados pertenece a entornos de extrema pobreza donde la higiene y la alimentación se ven mermados por las condiciones que impone la miseria. Además, se pudo identificar en la gangrena de sus rostros es hábitat de multitud de bacterias, como Fusobacterium necrophorum y Prevotella intermedia.
“Se sabe poco sobre el noma, ya que la mayoría de los enfermos vive en lugares desatendidos y de difícil acceso”, explicaron al diario El País los investigadores de MSF, dirigidos por la epidemióloga Elise Farley. “Los pacientes que consiguen llegar a un centro de salud son pocos y, a menudo, ya están muy enfermos. La mayoría de los afectados por el noma muere dos semanas después de los primeros síntomas si no recibe tratamiento“, detalló Farley.
En el estudio, determinaron que la mayor parte de los niños enfermos con noma recibía una dieta de bajas condiciones nutricionales, por lo general, integrada únicamente por maíz, lo que afecta en sus posibilidades de fortalecer su sistema inmunológico y los deja expuestos a toda una variedad de patologías y complicaciones. En este sentido, concluyeron que la promoción de la lactancia materna, y especialmente de la toma del calostro (primera leche que produce la madre inmediatamente después del parto) podría ser un factor clave para contribuir a la protección de los pequeños contra el noma.
Además, en la investigación se sugiere que pudiera existir un vínculo con el sarampión como efecto desencadenante, aunque aseguran que este puente no ha podido ser estudiado con severidad. De la muestra considerada para el estudio, solo dos de los 74 pacientes con noma (el 2,6%) estaban vacunados contra el sarampión. Sin embargo, falta aún mucho para poder determinar este factor como una causa, porque la cobertura inmunológica resulta similar entre los niños sanos de la zona, donde el porcentaje de vacunación contra esta enfermedad es de 6,8%. “Se necesita más investigación para comprender mejor el origen de esta enfermedad”, imploró el equipo de Elise Farley en su estudio.
La OMS recuerda que el noma, en ocasiones, se conoce como “el rostro de la pobreza”. Además, esta enfermedad genera una carga social y religiosa entre quienes las padecen en sus comunidades, porque suele ser vinculada con temas demoníacos, lo que ocasiona que a los pocos pacientes que sobreviven se les esconda.
Entre las luchas que se están librando actualmente en el mundo contra la enfermedad, los cirujanos de MSF también han iniciado a realizar operaciones de rostro a los sobrevivientes para mejorar sus condiciones de vida. Según sus registros, operaron a 243 personas con esta patología en 2017. “Algunos pacientes han dicho que después de la cirugía han sido bienvenidos de vuelta en sus comunidades y pueden ir al colegio o casarse”, celebró Farley.
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